martes, 29 de diciembre de 2009

MILAGRO EN EL DISTRITO 9



Después de soportar varios intentos de película, en realidad descalabrados hijos de la ciencia ficción, un primerizo director sudafricano nos devuelve el entusiasmo por el género. Y es que no son suficientes las apabullantes explosiones y las CGI (imágenes creadas por computadora) a diestra y siniestra, también se requiere talento para confeccionar y narrar una historia. Con el combustible de una publicidad eficiente apareció flotando sobre la expectación de los cinéfilos y la curiosidad de otros, la ópera prima de Neill Blomkamp: Distrito 9.

Tenemos naves, alienígenas, un héroe redimido, humanos buenos y otros muy malos. Los ingredientes imprescindibles para el concierto habitual al que estamos acostumbrados cuando aparece en cartelera un film taquillero y plano. Pero el novato director nos muestra su arrebatadora versión de un encuentro del tercer tipo, demasiado cercano. En 1982 aparece un colosal y misterioso transporte y queda gravitando sobre una ciudad de Sudáfrica: Johannesburgo. Ante el temor y atención del planeta, se realiza la incursión para encontrar tras las aleaciones del Ovni a unas criaturas intimidatorias en apariencia pero realmente enfermas y debilitadas por la falta de alimento.

Conocemos lo acontecido en los ochenta a través del documental urdido por Blomkamp y guionistas, así nos comprometen con aquellos visitantes rescatados y dispuestos en la periferia de la metrópoli, el distrito 9. Con el pasar de los años aumenta la población, los millones viven hacinados en casuchas, reciclan comida de las lomas de basura, sin los servicios primordiales y bajo el imperio de las bandas nigerianas.

El tiempo ha mutado el miedo de sus vecinos humanos en hartazgo y odio. No los quieren junto a ellos. “Si fueran de otro país los entendería pero son de otro mundo” comenta un ciudadano en el documental mientras el informativo visual nos muestra carteles en las calles prohibiendo el ingreso a los langostinos, así llaman a los marginados provenientes del espacio.

Déjà vu y se nos vienen a la mente el Apartheid y aquella frase: “Solo los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla”. A mediados del siglo XX, y esto no es ficción, la segregación racial en Sudáfrica fue reglamentada. La gente negra y de otras etnias, distintos en piel a los colonos holandeses, tenían restringidos los servicios de salud, educación y transporte. Este gran grupo humano no podía acceder a determinados lugares y vivían en distritos degradados sin paso a los distritos de blancos por el intolerante racismo. Esta secuencia vergonzosa de la historia humana se refleja en la intolerancia de una especie contra otra dentro del film.

Ante la presión social las autoridades deciden reubicar a los extraterrestres que superan el millón y medio de habitantes y trasladarlos a una zona apartada de la ciudad. Para el trabajo contratan los servicios de Multi-National United (MNU) y el operativo es encomendado al empleado Wikus van de Merwe. Certeramente, el documental que observamos en los primeros minutos es un retrospectiva para fortalecer la historia de supuesta traición de Wikus contra la raza humana y mientras tanto nos acecha la incertidumbre sobre las causas del delito del fervoroso cordero de multinacional y qué pasó con él porque sus padres en entrevista comentan su desaparición. El personaje que interpreta Sharlto Copley es un hombre devoto de la rutina y el trabajo, enamoradísimo de su esposa, servil y casual canalla, burócrata y peón de una civilización desalmada, deseoso de volver a casa cada día satisfecho de su insignificancia y primitiva felicidad.

Comienza el desalojo, los funcionarios con las formas en las manos y guardados por mercenarios consiguen la surrealista aceptación de los Aliens para ser reubicados. A cada anónimo poblador del distrito se le otorga nombres y apellidos para darle legalidad a la actividad. Se combinan las imágenes de las cadenas de televisión apostadas en el perímetro y sobrevolando el área, también participa la cámara del documentalista de MNU y presentan sus ángulos dislocados las cámaras de seguridad del sector 9, y se relata a manera de testimonio omnipresente la jornada. La crítica hacia las inhumanas corporaciones corroe la pantalla a cada instante. El verdadero interés de MNU son las avanzadas armas alienígenas pero inútiles para los hombres por su funcionamiento solo con registros de ADN de la especie visitante.

Wikus remontará su estado larvario semejante al de las criaturas en su fase primera para dignificarse. Al allanar una casa encuentra un recipiente y al manipularlo recibe el rocío de un líquido oscuro en el rostro. En ese momento la película deja de lado las secuencias con cámaras presentes ocasionalmente para dar paso a una visión invasora de lo que ocurre. El protagonista presenta síntomas de infección, en el hospital al quitarle las vendas de la mano izquierda aparecen en lugar de dedos grotescas tenazas. Ha comenzado la metamorfosis de su cuerpo y mente. Una conllevará a la desesperación, dejando sobre la piel lo peor del individuo.

Huirá antes de ser despedazado por la corporación porque es capaz de manejar armamento extraterrestre por su recientemente adquirido ADN híbrido. En las televisoras, al mejor estilo de los regimenes opresores, le acusarán de infectado consiguiendo su desesperación y el rechazo de su familia y sociedad. Se esconderá en el distrito de la especie oprimida donde Obesandjo el líder de los nigerianos, proveedor de carne roja, comida de gato y prostitutas humanas deseara obtener el brazo de Wikus.

Siguiendo la directiva imperecedera desde la bomba atómica: quien tenga la mejor arma dominará a los demás. Apretar el gatillo de las poderosas pistolas, rifles y cañones será la motivación para ir contra aquellos aspirantes a vivir con dignidad e incluso solo a sobrevivir. La corporación les persigue con sus ejércitos privados con todo el derecho que pueden otorgar las leyes. El monstruo opresor tiene varias caras. La superchería africana manda devorar la carne del bravo enemigo para atrapar su fuerza. Obesanjo quiere engullir la mano de Wikus para asimilar su capacidad de maniobrar la nueva tecnología.

El destino guionizado conseguirá la unión y compromiso de Wikus, Christopher Johnson (bautizado así por la MNU) y su pequeño hijo, quienes deberán recuperar el envase con el combustible para la nave subterránea. El primero lo hace para salvarse, por la cura que le promete su amigo alienígena y volver a abrazar a su esposa. Christopher ansia regresar a su hogar y después de saber las atrocidades que cometen contra sus congéneres lo motivará el principio que corona a las criaturas pensantes: el respeto. En marco de escenas vertiginosas robaran el frasco salpicando al espectador con sangre y humor negro. Wikus desesperado al verse cada hora más “langostino” que hombre tendrá que hacer un acto vil para refrendarnos con su cobardía nuestras debilidades y satisfacernos con su martirio y posterior heroísmo.

Como los antiguos caballeros medievales enfundados en sus nobles armaduras pero para adaptarse al contexto se trata de un sofisticado traje de bioingeniería que utilizara el renacido protagonista y a voluntad de su corazón y ordenes de su cerebro ira al rescate de su amigo. En espectaculares minutos se produce un enfrentamiento sanguinario, futurista, metálico y resonante, pero con sabor a épico y apoteósico.

Termina como empezó, con retazos de un documental que pretende responder las consecuencias de lo que vimos. Se hace uso de elementos de la ciencia ficción pero detrás del ecran, la radiografía de las imágenes nos interpone las cicatrices de nuestra raza: intolerancia, conformidad, racismo, indiferencia, belicosidad y demás taras del alma. Detrás de un final confortable perdura un buen rato la idea de si aquello fue un pretexto para aleccionarnos en historia, comunicarnos el poder de ciertos grupos con demasiados derechos, corregirnos el latente racismo o el pretexto fue la historia para el despliegue de talento y la manufactura de la mejor película de ciencia ficción de los últimos años. Sea como fuere salimos ganando en todos los aspectos.