lunes, 14 de septiembre de 2009

CANCIONES EN CLAVE DE MISTERIO











Con dificultad trato de apretar las cuerdas de la guitarra para formar con la gimnasia de mis dedos la clave de una nota difícil para el principiante. Suavemente desciende mi diestra como un abanico, nacen sonidos que se esparcen por la habitación y comienzo con torpeza una canción triste, una de esas canciones cuyos hacedores convencieron al llanto, la desesperación, la locura y a la misma muerte para que se conviertan en música y canto…

Todavía la encuentro en la radio, cuando algunas emisoras, entre sorteos matutinos de alimentos y detergentes la sueltan en sus dos horas dedicadas a los boleros de antaño. Se titula “Bodas Negras” y la interpretó el ecuatoriano Julio Jaramillo. Imagino una película en sepia donde una pareja, ella con su vestido estampado de flores y el con su bigote a lo Jorge Negrete, bailan lento mientras escuchan: “Sentó a su lado la osamenta fría y celebró sus bodas con la muerta…”

La necrofilia es el tema central del bolero cuya letra procede del poema del mismo nombre. El autor de los versos fue el sacerdote venezolano Carlos Borges que se aleja de las virtudes celestiales para aferrarse a la carne amada con macabro resultado: “Ató con cintas los desnudos huesos, el yerto cráneo coronó de flores, la horrible boca llenó de besos…”

En los sesenta Cesar Ichikawa en medio de dos centelleantes bailarinas gogó cantaba la historia de una chica que falleció en los brazos de su novio tras sufrir un accidente de transito. “El último beso” consolidó al grupo nuevaolero “Los Doltons”, la canción que por momentos parece una plegaria fue escrita por el norteamericano Wayne Cochran en 1962.

“Al verme lloró, me dijo amor, allá te espero donde esta el señor…”. En la víspera de la navidad de 1961 una adolescente iba a su primera fiesta junto a su enamorado y otros amigos, la densa neblina impedía ver la pista y el automóvil que iba a una velocidad imprudente se estrelló contra un camión. Wayne que vivía cerca de la carretera escuchó el impacto y al llegar al escenario de la colisión encontró a un hombre que ayudaba a retirar el cuerpo destrozado de una chica, el de Jeannette Clark, la muchacha de “Last Kiss”.

“Ella por volverlo a ver, salió a verlo al mirador, el volvió con su mujer, ella se murió de amor” escribió el poeta cubano José Martí y casi un siglo después musicalizaría el mexicano Oscar Chávez, para con sus sencillos acordes ponerla en el firmamento de la Música Latinoamericana. EL poema y canción llevan el precioso nombre de “La niña de Guatemala”.

La niña es y seguirá siendo María García Granados y conoció a Martí cuando el poeta llegó a la capital guatemalteca para ejercer la docencia, ella se enamoró de su profesor. Mas él estaba comprometido con el amor de su vida, Carmen Zayas, con la que retornaría casado posteriormente. A María se le rompe el corazón al verlos y días después fallecería de Tuberculosis o como entonces se llamaba a la enfermedad: Mal de Amores.

“Se entró de tarde en el río, la sacó muerta el doctor, dicen que murió de frío yo sé que murió de amor…” escucho mientras reflexiono que redactaré pero solo puedo pensar en José Martí acariciando el rizo que le obsequió María García Granados y la fotografía donde ella escribió: tu niña, Guatemala.

Giro la rueda de la radio y doy con una de las emisoras que se encargan de brindarnos nostalgia con los denominados “recuerditos”. Las baladas se apropian de la voluntad de taxistas, oficinistas, ambulantes, enfermeras y los hacen cantar, susurrar o silbar la melódica tristeza. Comienza José luís Perales disculpándose por sortear su habitual repertorio romántico y continúa su “Pequeño Marinero” que el cantautor dedica a un niño que pereció ahogado en el pantano de Entrepeñas en España cuando hacia navegar un velero de juguete. “Y en la playa una mujer de luto, lloraba por la vida que no dio fruto…”

En septiembre de 1996 falleció la cantante de cumbia, Miriam Alejandra Bianchi o Gilda. Un camión arrolló el bus en el que viajaba y junto a la interprete de “No me arrepiento de este amor” murieron su madre e hija. Sobre el asfalto quedó el cassette con los temas del siguiente disco. La letra de “No es mi despedida” fue arreglada por Gilda el día anterior del accidente para asemejarlo a un presentimiento de la tragedia: “Quisiera no decir adiós, pero debo marcharme, no llores por favor no llores, porque vas a matarme…” Desde entonces y a diario visitan la tumba de Gilda en el cementerio de Chacarita en Argentina para pedirle milagros a la que bautizaron como la santa de la música tropical.

Cada vez que oía “Caraluna” me animaba su estribillo radiante “Mientras siga viendo tu cara en la cara de la luna, mientras siga escuchando tu voz…” luego supe que el ex Bacilos, Jorge Villamizar, había escarbado en su corazón hasta profanar un recuerdo y escribir aquello que por su cadencia nos confunde. “Tu huella el mar se la llevó, pero la luna sigue ahí, pero esa luna es mi condena…” Le inspiró su novia que se ahogó en la mar de una playa ecuatoriana.

Un hombre asesina a su mujer sin más motivo que los celos. En prisión, arrepentido y loco, cada noche baila sólo pero dice danzar con su esposa. La historia la relataron los reclusos al cantautor Víctor Heredia durante sus recitales por las cárceles argentinas, así surgió la idea de componer “Bailando con tu sombra” o “Alelí”. Con la metálica tensión de las seis cuerdas estremece oírle a Heredia: “Ya sabrá el infierno como hacer para aceptar, que baile en mi celda con tu sombra sin parar…”

El salsero Tito Nieves evoca a su hijo, muerto por el cáncer a los huesos, en la canción “Fabricando Fantasías”. Beto Cuevas le regala “Mas allá” a la fan que se suicidó por temor a nunca conocer al entonces vocalista de “La Ley”. Antes de los Fabulosos Cadillacs, Vicentico, con diecisiete años elaboró “Basta de llamarme así” al haber visto morir a su hermana Tamara por sobredosis...

Voy a la caza de más canciones con esqueletos, telarañas y brumas entre las líneas de sus pentagramas, para leer los armónicos epitafios, romper la podrida madera de sus misterios y ver a los habitantes de esos féretros sonoros. Yo recorro el último arpegio, mis dedos están resentidos y amoratados, el sonido aún permanece en el aire, confuso, ingrávido e inasible como un fantasma.

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